A un geek le pagan por no usar el internet durante un año (Parte 1/2)

Paul Miller es un periodista de tecnología que decidió desconectarse por doce meses para encontrarse a sí mismo y demostrar que era posible pasar una temporada sin conectarse.

¿Cuán aburrida puede ser una vida offline?

 un perfil escrito por Phillip Chu Joy, editado por Luis Wong

Parte 1 / Parte 2

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I

“GOODBYE INTERNET!!!” fue el último tweet de Paul Miller el 30 de Abril de 2012. Desde ese día no tocó un sólo dispositivo con internet por un año. Miller es un editor del blog de tecnología The Verge,  uno de los más leídos y de mayor reputación en la web, y ha dependido de la internet por los últimos ocho años. Pero ese día, Paul se desconectó. Pasaba los días sin jugar videojuegos en línea, sin smartphone, sin Twitter, sin Facebook. Era un hombre del siglo XXI que recién estaba descubriendo cómo se podía sobrevivir sin conexión.

Desde que tenía trece años ha estado conectado a la internet. Desde aquel día en que su familia contrató el servicio de America Online, el proveedor de internet más utilizado en Estados Unidos en la década de los noventa, la mayoría de su tiempo ha dependido de una computadora para hacer casi todo: terminar las tareas, buscar la nueva tienda de juguetes en la ciudad, leer las noticias y jugar videojuegos con sus amigos. Miller es de la generación de los ochentas, de aquellas personas que crecieron escuchando a los Beatles, bailando música disco y viendo caricaturas los sábados por la mañana. Ellos interactuaban con el resto de personas a través de los diarios, teléfonos y el correo postal. Algunos todavía los siguen usando como su forma principal de comunicación, pero todo aquel que tenga menos de treinta y viva en la ciudad está acostumbrado a estar conectado siempre. La vida ya no se concibe offline.

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Desde que se desarrolló la conexión ARPANET en 1969 –el mismo año en que el hombre llegó a la Luna– entre las universidades de California y Utah, las redes de computadoras han ido aumentando sin pedirle permiso a nadie. La internet como la conocemos se basa en millones de centros de conexión que cuchichean entre sí cada segundo y que comparten información casi a la velocidad de la luz. Hoy más de un tercio de la humanidad se comunica gracias a esta telaraña formada por bits.

Paul Miller era un don nadie hasta hace unos meses. Su trabajo en Engadget, uno de los portales de tecnología más visitados a inicios de esta década, y ahora el que realiza en TheVerge, solo lo colocaban como un blogger más de tecnología. Su pelo largo, lentes de nerd y su bicicleta negra vintage  lo hacen ver más como un hipster frustrado en lugar de un gurú de la tecnología. Pero hay algo en él -una cierta ingenuidad, curiosidad infantil, espíritu juguetón- que lo hace resaltar en el periodismo techie. Una especie de bufón moderno que te da una perspectiva distinta de la tecnología. Es el geek que te cae bien porque reconoces que es humano y no un androide que escribe por obligación.

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II

Una semana antes de desconectarse, Paul fue a buscar un nuevo celular en tiendas de segunda mano en Manhattan. Allí la mayoría de los dueños son árabes que saludan amablemente a todos sus clientes, pero lanzan serias amenazas si se intenta tomar una foto a su mercancía sin permiso. Canal Street es uno de los pocos sitios en Nueva York donde se puede intentar conseguir un teléfono que solo haga llamadas. Miller tenía en mente un equipo Nokia antiguo, de aquellos con forma de ladrillo y que ofrecían juegos sencillos para pasar el tiempo. Luego de tres horas de búsqueda, en más de una decena de tiendas, Paul Miller descubrió que todos los que vendían eran imitaciones. La solución fue irónicamente llegar a su casa, prender su computadora, entrar a eBay y pedir el teléfono exacto que quería con envío gratuito. No le tomó más de dos minutos. Un par de días después, recibió su Nokia y estaba listo para dejar la internet.

Ya no tenemos que hacer colas en los bancos para pagar la luz o el teléfono. Solo basta programar los pagos a través de nuestra tarjeta de crédito por la web del banco. Ya no tenemos que recorrer tiendas para encontrar el regalo ideal: con un par de clicks y unos días de espera se  puede conseguir virtualmente cualquier producto. No tenemos que esperar semanas a que llegue el sobre con la carta y las fotos de la última reunión de amigos. Alquilar películas ya no requiere devolver una caja de plástico a un sitio físico y el catálogo de opciones es abrumador. Hasta podemos transmitir en vivo lo que hacemos desde cualquier parte con tan solo unos clicks para que la gente alrededor del mundo nos vea en tiempo real. Gracias a la internet las excusas quedaron en el pasado.

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El momento en que Miller dejó su vida online fue transmitido en vivo desde las oficinas de The Verge. La víspera del primero de mayo de 2012, cientos de personas vieron como desconectaba su cable de red de su computadora de escritorio. Un símbolo de su sacrificio. Era como ver a un futbolista colgar los chimpunes.  Desde ese día Paul Miller, y durante los siguientes doce meses, solo usó su teléfono para recibir o realizar algunas llamadas. Los mensajes de textos estaban prohibidos. Todas las conversaciones que tuvo eran cara a cara o por llamadas. En la era digital, los teléfonos ya casi no se usan para llamar,  sino para ser el centro de nuestra vida virtual. Se usan sistemas de mensajería instantánea como Facebook Messenger o WhatsApp para comunicarnos más rápido, servicios como Gmail y Outlook para recibir correos, Groupon o Yelp! para recolectar cupones de descuentos, Google Maps para ubicarse, y en casos extremos que sea necesario vernos las caras en videollamadas se usa FaceTime, Hangouts o Skype.

Miller se desconectó para dejar de distraerse. Quería darse el tiempo de leer lo que no tuvo tiempo de leer en todos estos años. Su mente era más libre, ordenada y enfocada. Podía redactar en dos o tres horas lo que antes le podía tomar un día de trabajo. Nunca fue a una universidad  así que sentía la necesidad de auto-educarse, pero para eso necesitaba tiempo. Hubo un momento en el que Paul Miller decidió renunciar para asegurarse de poder cumplir con su objetivo. Seguir trabajando desconectado en una oficina que depende del internet sonaba ilógico. Sin embargo Vox Media, los dueños de la página de The Verge, rechazaron su renuncia y le ofrecieron algo mucho más interesante. Reportar sus experiencias y descubrimientos fuera del internet a cambio de su cheque con salario regular cada quince días. Del mismo modo que las historias sobre personas obesas en regímenes de dieta pueden despertar el morbo de toda una legión, conocer qué pasa en la vida de un adicto al internet que se priva de él puede ser el nuevo hit de la red. Durante el tiempo en que Miller se desconectó, más de medio millón de personas leyeron su historia.