Uno de los grandes problemas de la plataforma Android es la fragmentación. Este término hace referencia a las diferentes versiones del mismo sistema operativo, es decir que podemos tener un Android de Google, pero otro de Samsung o de Huawei. Cuando se lanza una nueva versión del sistema operativo de Google ellos son los primeros en implementarlos en sus teléfonos y después les toca a los demás fabricantes que tienen que adaptar esta base a sus equipos. Sin embargo, este proceso suele ser largo y en algunos casos solo se recibe la última actualización en los modelos más caros, creando una notable diferencia y retraso en varios smartphones de todas las marcas.
Para combatir este problema Google está cambiando el formato en el cual se reciben las actualizaciones de Android tras su versión 10 y ahora obligará a los fabricantes a instalar la última versión de sistema en todos los nuevos teléfonos a partir de febrero del próximo año. Este es un reglamento si deseas usar Android de manera comercial y se encuentra estipulado en los documentos de Google Mobile Services.
Esta decisión puede traer varias implicaciones que benefician a los consumidores ya que podrán disfrutar de la última y más segura versión de Android. Adicionalmente, los fabricantes acelerarán actualizar sus versiones de Android a las más recientes con lo que se combate la ya mencionada fragmentación.